Me gustaría hablaros largo y tendido acerca de las virtudes de "Gilda", otro de los grandes iconos del cine clásico, pero teniendo en cuenta que transcurrieron ya 63 años desde su estreno y que en un par de clics de ratón podríamos hacer llegar a nuestra pantalla cientos de sesudos análisis elaborados por gente que de esto entiende mucho más que yo, creo, sinceramente, que no merece la pena el esfuerzo. Además, hoy no estoy por la labor de teclear demasiado...

Baste con decir que en "Gilda" podemos encontrar, entre otras cosas, uno de los triángulos amorosos más turbulentos de cuantos se hayan podido ver en la pantalla grande: el formado por Rita Hayworth, Glenn Ford y George Macready, espléndidos todos; unas cuantas bofetadas de pura antología (me consta, y además se aprecia, que alguna mano se escapó verdaderamente); y uno de los stripteases más castos a la par que sensuales de todo el periodo clásico (recuérdese aquel famoso guante -objeto de ensoñación de toda una generación- que haría correr ríos y ríos de tinta).
Y bien, como la escena del guante está ya pelín trillada (aunque no seré yo quien se canse de ver a la alegre femme fatale contonearse al ritmo de "Put the Blame on Mame"), preferiría cerrar la entrada con otra escena distinta.
Aquí tienen a la pelirroja de ensueño -las piernas cruzadas, el cabello sobre los hombros y guitarra en mano-, entonando la canción mencionada en lo que hoy denominaríamos un «acústico». La magia del cine consiste en hacernos creer que la voz que escuchamos era realmente suya. Así debe hacerse un playback, señores.

Baste con decir que en "Gilda" podemos encontrar, entre otras cosas, uno de los triángulos amorosos más turbulentos de cuantos se hayan podido ver en la pantalla grande: el formado por Rita Hayworth, Glenn Ford y George Macready, espléndidos todos; unas cuantas bofetadas de pura antología (me consta, y además se aprecia, que alguna mano se escapó verdaderamente); y uno de los stripteases más castos a la par que sensuales de todo el periodo clásico (recuérdese aquel famoso guante -objeto de ensoñación de toda una generación- que haría correr ríos y ríos de tinta).
Y bien, como la escena del guante está ya pelín trillada (aunque no seré yo quien se canse de ver a la alegre femme fatale contonearse al ritmo de "Put the Blame on Mame"), preferiría cerrar la entrada con otra escena distinta.
Aquí tienen a la pelirroja de ensueño -las piernas cruzadas, el cabello sobre los hombros y guitarra en mano-, entonando la canción mencionada en lo que hoy denominaríamos un «acústico». La magia del cine consiste en hacernos creer que la voz que escuchamos era realmente suya. Así debe hacerse un playback, señores.
A Glenn Ford le despertó; a mí no me habría permitido conciliar el sueño en una semana... Grande Hayworth. ¿Sabían ustedes que por sus venas corría sangre sevillana por parte de padre? Margarita Cansino era su verdadero nombre. Qué increíble fotogenia...
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