Dirigida por el joven estadounidense Darren Aronofsky, en El Luchador se narra, fría y duramente, el intento de un hombre por salir del mundo que otrora le diera la fama y el dinero pero que, 20 años después, le ha dejado solo, inadaptado y con la salud destrozada.
Randy "The Ram" Robinson (interpretado por un espléndido Mickey Rourke) es un antiguo luchador de wrestling que malvive en la actualidad dejándose el pellejo en cuadriláteros de tercera categoría. Un mal día de trabajo (impresionante jornada la de aquel día; se ganó, bien ganadas, las habichuelas) sufre un ataque al corazón, lo que le hará replantearse una nueva vida alejado de los cuadriláteros.
Lo primero que hará será buscarse un nuevo empleo algo más tranquilo -consigue uno de charcutero- con el que ganarse unos cuantos pavos para seguir malviviendo. A continuación, buscará en Cassidy (Marisa Tomei), una stripper de un club nocturno al que es asiduo, el calor de una mujer, al mismo tiempo que intenta retomar la relación con su hija (Evan Rachel Wood), a la que abandonó hace años y está ya algo resabiada.
Rechazado por unos y por otros y sin acabar de encajar en una sociedad que da pocas oportunidades al excluído se verá abocado a volver de nuevo a los rings, el único sitio donde es reconocido y en el que cuenta, al menos, con el calor de sus fans. Pero "The Ram" ya no es el mismo de antaño. Aunque no parecen importarle las consecuencias...
Sórdido y cruel retrato, no exento de sangre y algunas escenas bastante escabrosas, del fracaso de un hombre atrapado por su pasado, de alguien que alcanzó la cima y no supo o no pudo encauzar su vida cuando su etapa de luchador de élite tocó fin. Una espiral sin retorno hacia un abismo al que se sabe, tarde más o tarde menos, se acabará cayendo. Desgarradora.
Un tosco y rudo Mickey Rourke, quien también vivió en la realidad al límite durante muchos años, nos regala una interpretación memorable, aunque no reconocida en los premios Oscar (seguimos en la tónica habitual). Viéndolo actuar no sabemos muy bien qué parte hay de maquillaje y qué parte de verdad en las facciones de su castigado rostro. Tampoco importa; logra crear un personaje creíble por el que el espectador siente empatía. Eso es lo fundamental en una película: que nos importe la suerte que puede correr su protagonista.
Todo funciona en este film: buenas interpretaciones, una deprimente atmósfera muy conseguida fruto de una excelente labor de dirección, una más que jugosa banda sonora repleta de conocidos temas de hard rock y la duración ideal (poco más de hora y media). En definitiva, una película que no debéis dejar escapar.
Por poner alguna pega, que también las hay, comentar que las escenas rodadas con "cámara al hombro" pueden llegar a resultar un poco mareantes. De igual forma, también incomodan las secuencias iniciales en que la cámara sigue al protagonista tras su espalda impidiendo ver la cara de éste (supongo que tendrá algún sentido cinematográfico, pero no logro captarlo). Por lo demás, todo perfecto. Disfrútenla, pero cuidado, les advierto, es dura como la vida misma.
Sweet Child O' Mine (Guns 'N' Roses, 1988)
El momento de la película en que suena esta canción es como una inyección de adrenalina directa al corazón. Antológico.