viernes, 30 de septiembre de 2011

Rachael



A un 75% de los que respondieron a la pregunta de mi encuesta les gusta más el nuevo look del blog. Me alegro por ello. Aquí os dejo la foto y el tema musical que me sirvió de inspiración para el motivo principal que adorna este nuevo y sencillo diseño: Rachael. Imposible no enamorarse del personaje en aquella escena en la que se suelta el pelo.

Muchas gracias al cien por cien de los encuestados.



domingo, 25 de septiembre de 2011

Jazz Sessions (XXXII)



Como es probable que los nombres de Bobby Hackett y Jack Teagarden os digan más bien poco (tampoco yo sé mucho de ellos, para qué nos vamos a engañar), mejor pasar directamente a la acción: "I've Found A New Baby".

Qué maravilla de dixie sound... ¡Arriba ese volumen y a seguir el ritmo! ;-)

jueves, 15 de septiembre de 2011

El Puente de Waterloo (Mervyn LeRoy, 1940)



No sé cómo transcurrieron tantos años sin que esta película y yo cruzáramos nuestros caminos, pero la verdad es que tuve que entrar en la blogosfera, crearme un blog y empezar a curiosear lo que la gente escribía, para que el azar, a través de cierta persona con muy buen gusto para esto del cine y la música (ella sabe quién), quisiera ponerme en la pista de este trabajo gracias a su enorme y contagioso entusiasmo. A ti, que me la diste a conocer hace unos cuantos meses, van dedicadas las siguientes líneas.





Corría el año 1940, pocos meses después de la invasión de Polonia por parte de la Alemania nazi, cuando vio la luz este film, probablemente, la primera obra que incluyó la Segunda Guerra Mundial en su trama (eso dicen, no llegué a comprobarlo).

Resulta que a su director, Mervyn LeRoy, quien ya tenía en su filmografía títulos tan brillantes como "Hampa dorada" (1931) o "Soy un fugitivo" (1932), le dio por revisar un viejo título del 31: "El Puente de Waterloo", una película dirigida por James Whale y basada en una obra de teatro de Robert E. Sherwood. Ni he visto esa película ni conozco al dramaturgo, pero bueno, son datos que nunca está de más tener. Tampoco sé de quién fue la decisión final, pero la cuestión es que los papeles estelares acabaron recayendo sobre la oscarizada Vivien Leigh («fascinante, deslumbrante, inagotable y llena de vitalidad» según el N.Y. World Telegram) y Robert Taylor (un nuevo galán al estilo de Clark Gable, bigotito incluido). Y digo yo que muy mal ojo no tendría la persona que los eligió cuando tanto él como ella consideran éste el trabajo de sus vidas según declaraciones personales. Miren y admiren este portento de mujer. ¿No les parece como si el tiempo se detuviera y un agradable cosquilleo recorriera sus cuerpos de arriba abajo?




Pero veamos de qué va esto. Todo empieza (y acaba) en el puente que da título a la película. Recién estallada la Segunda Guerra Mundial vemos a un veterano oficial, Roy Cronin (Robert Taylor), subir a un coche y dar la orden a su conductor de dirigirse hacia la Estación de Waterloo por la ruta que atraviesa el puente. Al llegar al puente se detienen, el oficial baja del auto y es entonces cuando un flashback que tiene lugar mientras Roy permanece pensativo nos hace retroceder hasta la Primera Gran Guerra, justo hasta el momento en el que ese entonces joven oficial se encuentra casualmente con una bella bailarina llamada Myra Lester (Vivien Leigh) durante un ataque de la fuerza aérea alemana. Estaban en el puente y buscarán refugio en una estación de metro. El azar los unió y el azar se encargará de separarlos. El amor en tiempos de guerra... ¿Quién dijo que fuera fácil?





¿Se puede resumir una vida en cuarenta y ocho horas? ─le dice Myra a un ilusionado y pletórico Roy en cierto momento de la película. Ellos lo intentan, pero serán tan sólo cuarenta y cinco minutos de metraje real (sobre un total de hora y tres cuartos) el tiempo que les dura la felicidad plena. Después: una estación, un tren que se marcha y una pareja de novios que ni siquiera pudo despedirse. Añádanle la incertidumbre de no volverse a ver debido a la guerra y podrán hacerse una idea de la dureza de la situación. Las estaciones, por norma general, son lugares fríos e impersonales. No me gustan, pese a que también puedan representar reencuentros, no solo despedidas. Esa escena es memorable, como memorable es también la escena en la que la pareja protagonista baila el "Vals del Adiós", todo un portento de la planificación e iluminación cinematográficas. Según cuentan, se supone que ese pasaje debía incluir varias líneas de guión, pero como se les hacía tarde y no lograban dar con las palabras adecuadas, Mervyn LeRoy, todo un veterano del cine mudo, optó por filmarla sin diálogos; que las imágenes hablaran por sí solas. ¡Y vaya que si lo hacen!... Imposible superar esto:




Nunca fui partidario de desgranar el argumento de las películas de cabo a rabo (bastante he contado ya), de manera que prefiero dejarlo aquí. Si os la contara pormenorizadamente (cosa que tampoco se me da muy bien, la verdad sea dicha) perdería gran parte de su encanto. Y pocas cosas hay en esta vida comparables a la emoción del momento en que uno se sienta por primera vez delante de una obra de arte como la que hoy nos ocupa, dejándose llevar simplemente. No quisiera ser aguafiestas: si queréis saber cómo acaba la historia tendréis que sentaros frente a la pantalla. Tan sólo os dejo una de las frases que Roy dirige a su amada Myra en otro punto de la trama (se me quedó grabada a fuego, no sé qué tendrá). Creo que podréis haceros una idea del tono general y los derroteros que seguirá la historia (y me temo que ya estoy diciendo demasiado)...

    «Me resultó curioso que fueses tan joven, tan dulce y ...tan triste. En fin, no parece que esperes demasiado de la vida»








Tampoco ya del cine actual esperamos nada parecido a esto. Difícil es dar en el cine de nuestros días (imposible en el mundo real) con unos personajes con la bondad y ternura que rezuman Myra y Roy, tan ingenuos e ilusionados como un par de pipiolos empezando a descubrir el amor. Conceptos como el honor (la opinión que los demás tienen acerca de nosotros, según Schopenhauer) o el buen nombre o reputación de las personas, así como un abnegado espíritu de sacrificio (desmedido en la película a mi parecer; para todo existe un límite) también murieron con aquella época. Sus virtudes son muchas, defectos no le veo; os servirá incluso hasta para aprender ciertos pasos de ballet. Términos como "pas de bourrée", "entrechat" y "arabesco" son mencionados por uno de los personajes más antipáticos que haya visto en una pantalla en mucho tiempo (en el mundo real, por desgracia, los hay a porrillos): Madame Olga Kirowa, la directora de la compañía de bailarinas, una vieja déspota metomentodo que seguramente ya nació vieja y amargada; casi casi, la encarnación misma del Führer (fantástica Maria Ouspenskaya). Otra actriz que también lo borda es la rubita Virginia Field (Kitty en la película), la inseparable amiga de Myra.

    - Espero que no juegue con ella. Myra es como una niña. Se ha dado cuenta, ¿verdad? - Sí, desde luego, Kitty.
(Kitty a Roy)




Recomendable al cien por cien. Ahora mismo le endoso la etiqueta que reservo yo en estos casos para las obras maestras con mayúsculas. ¡Pero qué grande es el cine clásico!

martes, 13 de septiembre de 2011

La Caja de Pandora



Supongo que la mayoría ya conocerá esta excelente publicación electrónica que nada tiene que envidiarle a ninguna de las revistas que pueblan los estantes de nuestros quioscos. Bueno, por si aún quedara algún despistado ahí fuera, aquí estoy yo para anunciároslo.

La Caja de Pandora es su nombre. Crowley su ilustre responsable (ideólogo, director, principal articulista y montador); suyo es el 90% del mérito y me quedo corto. Acaba de publicar su segundo número, que en esta ocasión está dedicado a las drogas. Y entre su extraordinario plantel de colaboradores, aquí un servidor logró colarse teniendo así el privilegio de aportar ─muy discretamente─ su granito de arena, con un pequeño artículo dedicado a la figura de quien ya os podéis imaginar.

Si queréis descargarla en formato pdf aquí tenéis el enlace (completamente gratis y sin claves). Para acceder a la página de la revista basta con hacer clic en este otro vínculo. A ver si entre todos logramos hacer aún más grande esta publicación. Se lo merece.

Y ya que estamos publicitando cosas, aprovecho también la ocasión para recordaros esta vieja entrada del blog, más que nada, porque la canción que incluía al final le viene de lujo al artículo de la revista. Jamás me cansaré de escuchar ese tema. No tenía guasa el amigo Dino, ¡qué va!...

viernes, 9 de septiembre de 2011

Decálogo de buenas costumbres

No son las Tablas de Moisés. Tampoco me preocupé de ordenarlo según relevancia. Ni te garantizan que vayas a ser más feliz. En fin, como dijo aquel, estos son mis principios; si no os gustan tengo otros.

  • Si no quieres que se enteren, no lo cuentes. Creo que esto es también un viejo proverbio chino (en algo coincidimos).
  • Habla sólo por detrás lo que estés dispuesto a decir a la cara llegado el momento. Evita entrar en chismes y critiqueos.
  • No hables de política, fútbol o religión con desconocidos. La gente es muy susceptible con estos temas. No confíes en que tu interlocutor tenga el mismo sentido común que tú.
  • Acostumbra a dar los buenos días y a ser agradecido, sobre todo con quien lo merece. Aún no cobran por ello.
  • A veces es necesario hacerse el tonto. Háztelo; no quiere decir que lo seas.
  • Mantente al margen ─o pon en marcha el protocolo de medidas indirectas─ mientras el asunto no te toque de cerca. Si crees que puedes salir airoso y merece verdaderamente la pena, pasa directamente a la acción. Contundencia, eficacia y discreción.
  • Procura tener siempre un comportamiento lo más cívico posible. No obstante, todo tiene un límite: en una gran ciudad, raro es que yo camine más de 200 metros en busca de una papelera. Si Urbanismo no hace su trabajo, yo tampoco hago el mío (no me voy a ir a casa con el papelito del chicle en el bolsillo).
  • En general, en la vida, un puntito de desconfianza te ayudará a ahorrarte más de un chasco. La ingenuidad ya sólo se encuentra en el cine clásico.
  • En la taquilla del cine, pide siempre la entrada por el título de la película (aunque esté en chino mandarín), nunca por el número de la sala donde la proyectan. Y recuerda que hasta la última letra de los créditos todo es película. Estos son sólo algunos de los detalles que distinguen a un cinéfilo de pro de alguien que va simplemente a echar el rato (que tampoco es malo, dicho sea de paso). Otro de los detalles que nos diferencian es que normalmente el cinéfilo va siempre con las ideas muy claras, llega al cine decidido de casa (a veces incluso hasta predispuesto). Por tanto, es impensable que se plante delante de la cartelera, brazos cruzados, a pensar qué puede ver (a menos que se haya quedado sin butaca, cosa rara, porque usualmente también es bastante previsor en materia de tiempos...).
  • Nunca se tienen suficientes amigos (en el mundo real, no en el Facebook), pero recuerda que la familia es la familia. Y la blogosfera es real, por supuesto. ¡Vaya que si lo es! ;-)

Ya sabemos que un decálogo no tiene por qué incluir necesariamente diez sentencias, pero, como me sentía con cierta "inspiración" esta tarde, quise llegar a ese número, jeje... De hecho, ganas me dan de seguir con el tema (yo es que veo una lista y me pierdo). Sin embargo, mejor dejarlo aquí; no quisiera aburriros demasiado con cosas muy mías. [...] Oye, hace tiempo que no suena Queen ¿verdad? Pues eso, con ellos os dejo. Buen fin de semana.


viernes, 2 de septiembre de 2011

Al mal tiempo buena cara

Bueno, ya estamos aquí. Vuelvo a vosotros rogándoos que volváis a mí por medio de nuestro querido Dean Martin (con él me fui y con él regreso), y esperando hayáis pasado todos un muy feliz verano. Daremos un último tironcillo hasta ver si podemos llegar a los tres años. Por aquí andamos. A ver qué se me ocurre que os pueda ir contando. La verdad es que, por mi parte, ya está casi todo dicho...